viernes, 10 de enero de 2014

¿Qué quieren ver los espectadores españoles?



Hemos tenido que esperar más de dos años para que neox estrene por fin la tercera temporada de Museo Coconut, sitcom de esa troupe de comedia surrealista conocida como los chanantes que también mantenía enlatada la primera entrega de su regreso al género que les dio la fama -los sketches-, bautizada como Retorno a Lilifor. Parece que el aperturismo hacia un estilo de producción foránea o que rompa con lo establecido no se encontraba entre las prioridades de Atresmedia cuando se formó tras la unión de dos cadenas, y así se explica que la serie no entrase dentro de los planes de programación inmediatos del grupo de comunicación.

Me planteo si las cadenas pequeñas de la TDT (muchas de ellas ahora en pleno proceso de desaparición) no deberían servir como un reducto en el que -más allá de reposiciones y espacios enlatados de nulo interés- se proyecten propuestas low-cost (el terminajo) de producción propia destinadas a un público minoritario pero existente, que se complemente con la programación generalista. Y si bien tengo mis dudas sobre si esto es necesario o útil o siquiera rentable, hay algo que tengo tan claro que no necesito reflexionar sobre ello ni un solo segundo: buscar agradar a todo el mundo es imposible, y cuando se intenta corremos el riesgo de conseguir justamente lo contrario, sinsentidos de enormes magnitudes formados como un collague abrupto de diferentes elementos que no pegan entre si.

Este mismo martes llegaba a Antena 3 Bienvenidos al lolita, nuevo atentado de la factoría Globomedia perpetrado por tipos tan temibles como Daniel Écija y Álex Pina. Los responsables de Los SerranoLos Hombres de PacoEl Internado y El Barco. No me centraré demasiado en criticar la propia serie, debido a que a la cadena, productor e inversores publicitarios correspondientes poco les importará lo que cuatro intelectualoides pensemos sobre un estreno que logró congregar a 3.551.000 espectadores con una cuota de pantalla del 18,4%. Unos resultados con los que no tendrían porque estar muy tranquilos, ya que la sucesión de disparates que pudimos ver en este episodio son suficientes para que muchos huyesen de allí a la primera de cambio.



El éxito de esta serie y otras de corte muy similar y guiones populistas como Vive Cantando -esa demagogia inherente al recurso facilón de incluír referencias a la crisis y retratar a  la clase obrera con personajes planos que son sufridores y luchadores natos - nos hace creer que el espectador medio de verdad está tan alejado de las leyes más lógicas del criterio y la sensibilidad. ¿De verdad soportan ese cabaret que a la vez funciona como traslación posmoderna de Hostal Royal Manzanares? ¿No les derrite las cuencas de los ojos ver a Natalia Verbeke cantando Resistiré a sus hijos tras ser desahuciada? Yo quiero creer que no es así, que el éxito de esta bazofia es circunstancial, que si continúa por el cauce iniciado en este piloto le espera una continuidad muy corta.

Mientras, directivos de grandes cadenas y esos productores que en los tiempos de Médico de Familia descubrieron la gallina de los huevos de oro van a a aferrarse a la máxima extraída de los principales mandamientos del régimen dictatorial de "solo hay una manera de que esto funcione, y es la nuestra".  Esta gente suele usar lo que algunos guionistas y críticos televisivos llamamos "La Señora de Cuenca", la máxima de que uno no puede ponerse demasiado exquisito o intelectual con una serie porque la tiene que entender hasta el espectador menos formado, hasta la anciana que vive en una aldea remota haciendo fuego con dos palos y desprovista de cualquier tipo de sofisticación.

  

Lo de La Señora de Cuenca es un invento peligroso y falaz que básicamente dice que la mayor parte de la gente es tonta y solo puede disfrutar con series malas. Como si cuando exigimos una ficción de más calidad estuviésemos pidiendo referencias a Kierkegaard, planos detalle de media hora y rupturas experimentales del raccord que recuerden a la nouvelle vague. Y no unos buenos diálogos, una fotografía cuidada, capítulos más cortos e historias arriesgadas e interesantes. Podéis colarme que en España no se hace televisión de calidad porque es mucho más difícil, pero no porque el vulgo es incapaz de entender y disfrutar las complejidades narrativas de The Walking Dead o de Frasier. Los tiempos han cambiado. La señora de Cuenca ya no existe o, en todo caso, se ha sofisticado. Ahora tiene un Ipad, actualiza su tumblr cada semana y se ha visto Rains of Castamere.

En el prime time español la Señora de Cuenca se ha tragado Downtown AbbeyGran HotelEl Tiempo entre Costuras e Isabel. Por eso me indigna que sigan intentando colarnos cosas como esta, que después de haber mostrado un pescado mejor ahora busquen retroceder una década. Propuestas como Museo Coconut no constituyen la solución, son solo una alternativa para un segmento reducido tan respetable como cualquier otro que debería cohabitar con propuestas dignas y mayoritarias. No podemos hacer series como las de la HBO, pero en este país hay suficientes profesionales para hacer algo bastante mejor que Bienvenidos al Lolita. Que haya visto la luz y el público lo haya respaldado es indigno de nosotros como sociedad. Me resisto a creer que los espectadores españoles se conforman con cualquier cosa, que no van a pedir algo mejor. Prefiero pensar que este es solo un traspiés accidental.        

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